Por Jaime Díaz Usaquén jdiazusaquen@yahoo.es
“Amenazan con protesta social y bulla popular en Meta, Casanare, Arauca, Córdoba, Sucre, Bolívar y Cesar, los mismos departamentos que en buena medida han malversado los $20 billones que han recibido en cuatro años por concepto de regalías.
La ecuación es perversa: entre más recursos mayor corrupción con el consecuente atraso y pobreza de la gente de la región. Departamentos, todas ellos coleros en los índices de desarrollo humano de Naciones Unidas.
Y son precisamente los políticos —senadores, representantes y líderes locales—, tan responsables como los gobernadores y alcaldes del despilfarro de los recursos y de la permisividad de las tropelías de grupos ilegales, los que ahora amenazan con sabotear el trámite de la ley de reforma al régimen de regalías”[1]
Así ven a los dirigentes de regiones que tienen regalías, quienes tienen la función de orientar a la opinión nacional, a propósito de las acciones que buscan enfrentar la propuesta de centralización de su manejo. En mi criterio si bien es cierto que eso es lo que prepara nuestra “clase política”, es equivocado considerar que se va a producir un cambio radical en la reforma propuesta, pues en el fondo lo que va a ocurrir es que en Colombia como en otros sectores: “En el sector minero todo cambia para que todo siga igual…[2]”, porque sí bien se proponen aspectos importantes como el ahorro y la inversión en ciencia y tecnología, la modificación “profunda” radica en cambiar el esquema actual del manejo, pasando de dos tipos de compensación (directa e indirecta) a un sistema de bolsa común con predominio central en la administración de las regalías, pero manteniendo el modelo de inversión tan criticado. En síntesis, se reduce la participación de las regiones, se concentra su manejo pero se mantiene el estilo de gasto.
Mirando con más detalle, puede concluirse que el objetivo de la iniciativa y su negativo efecto sobre las entidades productoras y portuarias es la centralización del manejo de los recursos y la pérdida del derecho constitucional a participar de los mismos, reemplazado por la calidad de beneficiarios, equiparando a las entidades territoriales con los nuevos receptores y dejando a la libre voluntad del gobierno de turno para que mediante ley propuesta al Congreso determine la cantidad y uso de las mismas. Así lo reconoce el exdirector del Departamento Nacional de Planeación Armando Montenegro*. Esta situación baja del curubito de la mesa del ponqué a éstas entidades, disminuye su participación y realiza el sueño de que el manejo de buena parte de las regalías pase al gobierno central, pero como ya se indicó anteriormente, sin inscribir para nada ese manejo en un marco de exigencia de eficiencia y equidad.
La eliminación del Fondo Nacional de Regalías, la creación de los Fondos de Ahorro y Estabilización y del Fondo de Competitividad Regional subdividido este último - Fondo de Compensación Regional y el Fondo Desarrollo Regional - y la decisión de dejar un 10% de las regalías para ciencia tecnología e innovación, son medidas que simplemente amplían el abanico de comensales. De cuatro entidades participantes de los cuales una (FNR), representaba al gobierno nacional se pasaría gracias a la reforma a ocho, de los cuales cinco representarán los intereses del centro: es decir más receptores del orden nacional y menos regionales, por supuesto con menores recursos para éstos últimos.
La medida es lesiva para los intereses de las entidades productoras porque disminuirá su participación en la torta de las regalías; pero el proyecto de acto legislativo mantiene el esquema actual de inversión lo cual sugiere que se debe cuestionar la idea subyacente de que el manejo regional es ineficiente lo que justificaría una mayor equidad y compensación con otras regiones. En ningún aparte del articulado se trata este aspecto, es falso el interés de los ministros del área económica de este y el anterior gobierno por hacer más eficaz y eficiente la inversión ante la reiterativa queja de su dispersión. Según el ministro de Hacienda[3]:
“Hoy tenemos un sistema chichigüero, que llama a los demonios, por ejemplo, $1.000 millones para 100 proyectos, eso es difícil de controlar. Se busca que se hagan obras importantes, estratégicas, donde participen varios municipios y departamentos, con transparencia, que participen el Gobierno central, la academia, alcaldes y gobernadores”
Por su parte el ministro de Minas y Energía sobre el mismo tema dijo lo siguiente[4]:
“Buscamos que no se atomicen esos dineros de las regalías, sino que se destinen a proyectos y no una suerte de ‘proyecticos’ que no tienen un verdadero impacto en los municipios o departamentos”,
Ciertamente la atomización de los recursos es una de las causas principales de la malversación del gasto con regalías y por ello es paradójico que quienes lo tienen claro desde el gobierno ahora nos propongan retomando las palabras de los Ministros más de lo mismo, un “sistema chichiguero” de “proyectitos” o ¿de qué otra manera puede entenderse la propuesta de disponer de cinco fondos para “financiar proyectos regionales de desarrollo económico, social y de infraestructura, inversiones en ciencia, tecnología e innovación, ahorro pensional territorial y para la generación de ahorro público” [5]
Que tal la coherencia del gobierno y sus ministros: para conjurar la atomización proponen una mayor dispersión de la inversión, en nombre de la equidad regional centralizan sin preocupación alguna por la garantía de acceso por parte de las regiones a los recursos. Luego, ¿Dónde está la equidad? ¿ha sido acaso equitativo el desempeño del FNR?. ¿lo serán los nuevos fondos?. El doctor Francisco Gutiérrez Sanín en un acertado análisis de lo que ha ocurrido con el arreglo institucional actual de las regalías manifiesta que:
“los diseños institucionales que finalmente se adoptaron en el país le dieron el manejo de esas rentas a los eslabones más débiles del Estado. El resultado concreto de esto es que un país como el nuestro —de desarrollo medio bajo—, desesperadamente necesitado de capital y de inversión social, ha dilapidado de la manera más aterradora una cantidad enorme de recursos. El balance de lo malgastado (intuyo que todavía más por ineficiencia que por corrupción) está aún por hacerse” [6].
En este contexto es importante señalar que una alternativa es construir institucionalidad y que fue equivocada la estrategia regional de rechazo a la propuesta del pasado gobierno nacional sobre ahorro con regalías, puesto que en ella hubo al menos un pequeño espacio de concertación o discusión previa y de pasar del modelo FAEP 1995, el cual inspira el actual, la deliberación permitió que los desahorros contemplados en el proyecto inicial fueran forzosos en determinado tiempo y no atados al escenario macroeconómico. Seguramente su nacimiento hubiera dotado de un nuevo desarrollo institucional a las regiones productoras como el Meta y hubiera postergado el anhelo centralizador de Bogotá.
Pesó más la resistencia regional, las conveniencias del momento y la ausencia de estudio sobre el tema. Dominados por una emotiva defensa regional nuestros líderes y gobernantes perdieron la perspectiva y olvidaron que en nuestro país a la comarca no le sirve ni siquiera hacer concesiones y ceder ante el poder central. De nada le sirvió al Meta cofinanciar de proyectos de carácter nacional como la doble calzada Bogotá Villavicencio pues el estilo arrollador del centro y el desaforado crecimiento de su gasto no le permiten respetar límites.
Para resumir lo planteado en esta primera mirada a la propuesta gubernamental debo decir que aún inspirada en una serie de buenas intenciones, en el fondo oculta el autoritarismo centralista y el estilo conservador de gobierno: en el discurso la preocupación constante por las regiones, por su desarrollo, su crecimiento y su competitividad en todos los órdenes, pero en las decisiones, más responsabilidades, menos recursos y sobre todo menos autonomía para decidir qué hacer con ellos. Muy acuciosos en la nación para redistribuir recursos en nombre de la equidad y castigar a las regiones con el argumento de la inmadurez y el despilfarro, pero bastante parcos para analizar su propio gasto y sus deslices con el presupuesto. La realidad reciente plagada de escándalos y de indelicadezas con los recursos públicos manejados por la nación socava su autoridad y pone en entredicho la tan sonada capacidad técnica.
Al leer los argumentos que respaldan lo que en las regiones se siente como un zarpazo a los recursos de regalías, queda claro que el ahorro proyectado se hace para evitar un posible endeudamiento por efecto de mayores ingresos que luego no pueda pagar el Estado; sin embargo no hay evidencia empírica sobre esta situación para el nivel regional. En su afán de justificar lo injustificable la nación incluso pone en duda el impacto ambiental negativo generado por la industria minera en las zonas de explotación, refiriéndose al mismo como “algún daño ambiental”; los análisis que sustentan la proyección minera y particularmente la petrolera, parten de escenarios que el Gobierno mismo sabe dudosos. Cabe preguntarse por qué se castiga al Meta, si todos los escenarios de producción e ingresos del sector son tan conservadores y tienen un alto margen de error.
Lo claro es que ante la renuencia central a reconocer el desorden del gobierno anterior en el gasto, las regiones deben aportar la cuota de sacrificio, como en el pasado reciente aportaron cuantiosos esfuerzos políticos para el triunfo en las urnas del actual presidente, en un amplio contrasentido de lo que ha sido por lo menos en el papel la costumbre política nacional de ayudar a las regiones que han apoyado los proyectos electorales a la presidencia. Al parecer el gobierno de la Prosperidad Democrática no solo no les da a las regiones sino que les arrebata recursos fundamentales para impulsar su desarrollo.
También en el proceso de ambientación de la reforma el gobierno la justifica en comparaciones con otros países cuando las condiciones son tan disímiles. Bastante grotesco e irritante resulta también la manipulación de cifras para comparar las realidades de los departamentos y municipios receptores de regalías con el resto del país, construyendo clasificaciones imposibles, descontextualizadas y que no resisten un análisis juicioso. Por si fuera poco, cuando se refieren al mal uso de las regalías omiten la discusión sobre el inadecuado sistema de vigilancia que existe, implementado bajo responsabilidad de la nación: el fracaso de las interventorías pagadas también con cargo a recursos de regalías es rotundo, se dedicaron a recoger titulares de prensa como aquel que cita al fiscal y que convierte a las regiones en cualquier Nigeria.
Será que esta posición de gobierno y estos argumentos son serios? No se tratará más bien del interés de unos políticos en Bogotá muy bien disfrazados de intelectuales y con buenas intenciones queriendo desbancar a los políticos de las regiones en el manejo de las regalías?. No bastarán las movilizaciones con tapas y pitos, ni las marchas con pancartas y arengas regionalistas para exigir una participación decorosa en la torta, si estas manifestaciones no se acompañan de una contrapropuesta, un nuevo diseño institucional que fortalezca las regiones, pero al parecer en el Meta como el departamento más afectado por la reforma por ahora nadie quiere liderar.
[1] Maria Elvira Bonilla lágrimas de cocodrilo El Espectador 6 de septiembre de 2010
[2] Maria Victoria Duque López la rueda suelta de la minería en www.razonpublica.com especial minería en Colombia
*Columna de El Espectador 5 de septiembre de 2010 La Pugna Regional
[3] Entrevista al ministro Juan Carlos Echeverry El Espectador 8 de agosto de 2010
[4] Entrevista al ministro Carlos Rodado Noriega. El País 12 de agosto de 2010
[5] Ministerio de Hacienda y Crédito Público- Ministerio de Minas y Energía Proyecto de Acto Legislativo
[6] El Espectador 27 de agosto de 2010. Atención a la Prosa.